Poemas de Francisco de Quevedo



Poemas de Francisco de Quevedo


A Aminta, que imite al sol al dejarle consuelo cuando se ausenta (Pues eres sol, aprende a ser ausente)

A Belisario (Viéndote sobre el cerco de la luna)

Adán en paraíso, vos en huerto

A Flori, que tenía unos claveles entre el cabello rubio (Al oro de tu frente unos claveles)

Ah de la vida (¡Ah de la vida! ¿Nadie me responde?)

A Lísida, pidiéndole unas flores que tenía en la mano (Ya que huyes de mí, Lísida hermosa…)


Amor eterno más allá de la muerte (Cerrar podrá mis ojos la postrera / sombra…)

Amor impreso en el alma que dura después de las cenizas (Si hija de mi amor mi muerte fuese)

A todas partes que me vuelvo veo…

A una nariz (Érase un hombre a una nariz pegado…)

Bastábale al clavel verse vencido

Compara el discurso de su amor con el de un arroyo (Torcido, desigual, blando y sonoro)

Comunicación de amor invisible por los ojos (Si mis párpados, Lisi, labios fueran)

Contraposiciones y tormentos de su amor (Osar, temer, amar y aborrecerse)

Definiendo el amor (Es hielo abrasador, es fuego helado)

Dice que el sol templa la nieve (Miro este monte que envejece enero)

En vano busca la tranquilidad en el amor (A fugitivas sombras doy abrazos)

Fluctuando en los cabellos de Lisi (En crespa tempestad del oro undoso)

Fue sueño ayer, mañana será tierra

Las gracias de la que adora (Ese color de rosa y de azucena)

Qué imagen de la muerte rigurosa

Quejarse en las penas de amor debe ser permitido y no profana el secreto (Arder sin voz de estrépito doliente)

Rendimiento del amante desterrado (Éstas son y serán ya las postreras)


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