Calavera del general Salvador Cienfuegos
¡Ay, Cienfuegos!
¡ay, Cienfuegos!
Gastaste noventa y nueve
y el cien no te lo valieron.
Ya tantas muertes causaste,
por corrupto y desalmado,
ya te tocará pagar,
pues antes no habías pagado.
Antes que a ti capturaron
a García Luna los gringos,
y tú, gallo tan jugado,
te fuiste a pasar lo mismo.
De qué te sirvió el colmillo,
de qué tu tanta malicia,
te traicionó la confianza,
como antes tú a la milicia.
Portabas el uniforme
de ser general supremo,
y fuiste poderoso hombre,
pero traidor de los buenos.
Digo buenos, pero es grandes:
traicionaste a tu nación,
colectaste unos billetes,
pero perdiste el honor.
Tanto daño hace el corrupto,
tanto daño hace el traidor.
Quería escribir calavera,
y un romance me salió.
Ya no tienes ni un soldado
de quien ser el superior,
tu poder se ha terminado,
quién te viera en la prisión.
Ya va la muerte por ti,
calma, y no te desesperes;
de la pena has de salir,
¿no es eso lo que tú quieres?
Estropeas mis calaveras,
no hallo espacio para el chiste.
Haces daño de a deveras.
A México daño hiciste.
Aquí le voy a parar,
contigo no encuentro caso.
La muerte, tu vieja amiga,
habrá de darte su abrazo.
Calaverángel
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