NUPCIAL
A María Sierra
Y sucedió una tarde (ya lo he contado en prosa)
que en el sencillo estudio, donde el maestro sueña,
yo escuchaba, él leía. Y vino una pequeña
niña, de claros ojos, rubia y de tez rosa.
Eras tú, que volaste como una mariposa
por la estancia, cantando, celestial, zahareña;
cerró el libro el maestro, te miró con risueña
ternura, y en sus brazos te volvió silenciosa.
Yo pensé: “Blanca niña, feliz tú a quien, tan pura,
al llegar a la vida, bautizó la ternura
de esta gran alma triste, pensativa y serena.”
Pasó el tiempo… Y hoy sales del estudio, y yo digo:
Dios te salve, María, el Señor es contigo,
Llena eres de gracia…
¡Dios te salve por buena!
Luis G. Urbina, 1904
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