Me compras a huevo a mí, el negocio del gas en Ciudad de México

Entre los muchos negocios que diariamente brindan malas experiencias a los usuarios, está el negocio del gas en Ciudad de México: el servicio no suele ser muy profesional.

Desde antes de mudarme a vivir a Ciudad de México me di cuenta de que aquí la venta de gas en cilindros o tanques portátiles se daba de modo diferente a la que yo conocía en Culiacán; empecé a sospecharlo por los comentarios de una señora que en las noticias se quejaba del pésimo servicio de los vendedores del gas en su colonia, su queja denotaba un mal manejo del negocio del gas en Ciudad de México, un manejo desconsiderado para con los clientes; la señora remataba su participación con un frase que era más o menos la siguiente: «y no puede uno decir nada porque si se queja dicen «pos ya no le vamos a vender el gas a esa vieja»

       Ese comentario y el tono de inconformidad, impotencia y resignación de la señora me hicieron preguntarme, ¿acaso sólo tiene una opción? Y es que en Culiacán, mi ciudad natal, pasan por la calle camiones de todas las empresas gaseras que hay en la ciudad. Ahora mismo, después de diez años de vivir fuera de allí, recuerdo incluso las cancioncitas y los anuncios de por lo menos cuatro gaseras: Gaspasa, Diezgas, Gas Exprés, Rivera Gas; todas pasaban por mi casa, y además yo podía llamar por teléfono a cualquiera de ellas, la que me diera la gana, y ellos me llevaban el gas.

       Y es que eso es lo más normal, es como las pizzas, uno puede llamar a cualquier compañía, la que a uno se le pegue la gana, ya sea una cadena trasnacional de pizzas como Dominos, una regional como Pizzeta Pizza o una local de única sucursal como Lagunilla’s Pizzas; uno, como consumidor, tiene que poder elegir.

       Pues bien, en Ciudad de México las cosas no son así, aquí el consumidor de gas puede elegir una compañía sólo cuando se trata de tanques de gas estacionario, esos tanques enormes que se acomodan en las azoteas y que se llenan con enormes mangueras desde enormes pipas; pero los que compramos los tanques portátiles de 10, 20, 30 o 40 kilos, no tenemos esa libertad; hay un camión que pasa por la casa y tenemos que comprarle a ese o bien, si por algún motivo no queremos comprarle a ese tenemos que ir  nosotros mismos cargando nuestro tanque o cilindro de ida y de regreso a comprarlo a otro lugar, que puede ser a otro camión que tenga marcado un territorio vecino, pero ellos, los del otro camión, no pueden venir a nuestra casa a traernos ellos mismos el tanque de gas, porque nuestra casa está en el territorio designado a un camión específicamente.

       Yo no lo podía creer, me parece desde luego irracional e injusto, pero es así, exactametne así, lo he comprobado completamente hace poco, unos tres o cuatro meses. Y es que esta cautividad del cliente no estimula a los trabajadores de las gaseras a dar un buen servicio si no todo lo contrario: muchísimos hay que con toda tranquilidad y sin ninguna preocupación otorgan por lo general un mal servicio, claro que no es así en todos lso casos -en todas partes hay buenas personas- pero sí es así en muchísimos casos.

       Uno de esos casos es el que me tocó vivir en mi anterior domicilio, y fue allí donde comprobé todo al cien por ciento; la actitud de los vendedores del gas fue siempre nefasta, muy desagradable, pero con todo, les compraba el gas a ellos porque, como digo, no había otro camión al que pudiera comprarle en mi domicilio, no hay.

       Un día, luego de que el gas se me terminara, viniendo yo de regreso a casa, miré en la esquina a un camión de gas, había un chavo acomodando no sé qué y le pedí que me llevaran un cilindro de 20, me dijo que sí, que enseguida mandaba a su compañero, me preguntó la casa exacta y cuando le dije me dijo que allí no podía; a pesar de todo lo que yo ya sabía esto me sorprendió porque se trataba de un camión de la misma empresa, Flamamex; yo había pensado hasta que era el mismo camión, pero no.

       Seguí a casa y al llegar le comenté el caso a una de las señoras que vende quesadillas en la puerta: «Ah, no! -me dijo ella- es que no se lo pueden traer ellos porque se los cachetean los otros». Esos otros son los que siempre nos vendían el gas, y ella era medio amiga de ellos porque comen quesadillas allí.

       Bueno, subí a mi departamento y busqué en internet el teléfono de cualquier otra compañía que no fuera flamamex; encontré una, me parece que era Regio Gas; fue un rollo que me contestara un apersona porque al parecer su menú está diseñado para que no puedas hablar con un ser humano, de algún modo en una de tantas llamadas logré hablar con una chica, sólo para que me confirmara lo que aquí expongo: no pueden mandarme a domicilio el gas, que me contacte con el vendedor-repartidor;  que si quiero puedo ir a las instalaciones de su empresa y en la puerta hay de planta un camión, a ellos se lo puedo comprar, pero el traslado corre por mi cuenta; le pregunté expresamente si tenían repartida la ciudad como un pastel y no podían unas compañías meterse en las parte de otras, «Exactamente», me confirmó ella.

       Justo por esos días cada vez que me subía a una combi o un micro me tocaba escuchar en la radio un anuncio de la Cofece (Comisión Federal de Competencia Económica); comisión que evidentemente no ha hecho nada con esta situación tan injusta, injusta en contra del consumidor. No podía evitar mover negativamente la cabeza cada vez que escuchaba su spot de radio donde, claro está, se oye una voz segura, firme, con autoridad y convicción pregonar que la Cofece se encarga de vigilar a las empresas y hacer que compitan para que se esfuercen en ofrecer «Mayor variedad», «más calidad», «mejores precios», y su remate «Un méxico mejor es competencia de todos, comisión federal de competencia económica».

       Sé que mi movimiento de cabeza en la combi no sirve de nada, por eso me decidí a escribir este texto, y a publicarlo, para por lo menos alzar la voz por medio de este AltaVoz, para por lo menos manifestar mi desacuerdo y mi inconformidad, para decirle claramente a la Cofece que aquí está siendo incompetente en la materia de su  competencia.

       Y es que parece mentira que suceda esto cuando tenemos -y se pagan con el dinero que tanto trabajo nos cuesta ganar- una Procuraduría Federal del Consumidor, y una Comisión Federal de Competencia Económica, cada una con un aparato burocrático enorme que consume millones y millones del erario, y sin embargo, no podemos decidir libremente a quién comprarle el tanque de gas para guisar los huevos para el desayuno.

       Alcemos la voz, queridos compatriotas, hagamos que se escuchen las inconformidades que tenemos, dejemos de quedarnos callados. Corramos la voz, fortalezcamos el grito. Merecemos vivir mejor.

Sigo escribiendo.

AGR

Recomendación:

Licencia de conducir DCMX, documento recaudatorio

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Texto e imagen del artículo: Ángel Gustavo Rivas

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