Estancias
Una paloma gris que se deshace
pule en el aire su desnudo vuelo.
En ese instante de la luz que nace
brilla perfecto el desmedido ciclo:
nube y paloma que en su vago enlace
son un mismo dibujo en este suelo.
Así en la sombra o en algún espejo
eres tú mi contorno y mi reflejo.
No es el futuro ni su irreal presencia
lo que nos tiene lejos, divididos:
es el lento desastre, la existencia,
la plenitud de todos los olvidos.
Sólo en el sueño, en su remota esencia,
caminamos desiertos pero unidos.
No volverás hasta el llameante centro,
a la impedida arena del encuentro.
De la mirada tú sigues cautiva
en el recinto fiel, en la memoria.
Allí te quedas imposible y viva,
honda en tu resplandor y transitoria.
Todo se enciende hoy para que escriba
viejas palabras de una antigua historia.
Atrás de este minuto se ha borrado
una playa en que el mar entró incendiado.
Sólo hay silencio. Ya ningún poema
recogerá en su eco este lamento.
Sería roer el miserable tema
con las palabras que destruye el viento.
Epitafio sin nombre, cardo, emblema
desfigurado por un sol violento;
destrucción del ayer: he aquí el envío
de todo lo que fue y es del vacío.
José Emilio Pacheco
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