El legado de un maestro
Cecilia Urbina
Como siempre menciona nuestra directora académica, la doctora Claudia Gómez Haro, Juan José Arreola fue el artífice intelectual del concepto original de los estudios de literatura y creación de Casa Lamm. Muy cercana al maestro —lo acompañó durante mucho tiempo en el programa Arreola y su mundo—, la doctora Gómez Haro intuyó que Casa Lamm nacería al mundo de la literatura bajo los auspicios de una mente entusiasta y el signo del amor a las letras.
Ahora coinciden el centésimo aniversario del nacimiento de Arreola y el vigésimo quinto de la fundación de Casa Lamm; otra afortunada coincidencia es la oportunidad de encontrarme, de manera totalmente informal, en los pasillos de la escuela y en los breves intermedios entre clases, con la doctora Beatriz Espejo, a quien conozco y admiro desde el tiempo ya lejano en que colaboraba yo con el maestro Emmanuel Carballo en la revista Punto.
Beatriz Espejo fue alumna de Arreola; cuando una gran escritora estudió con un gran escritor, su visión de éste como mentor ilumina otra faceta de las muchas que se abordarán en este homenaje.
Me cuenta Beatriz que lo conoció en la Facultad de Filosofía de la UNAM en una conferencia sobre Góngora: “lo escuché hablar a un salón en silencio absoluto y ahí supe que sería mi maestro para toda la vida”. Al salir de la conferencia le pidió integrarse a su taller, abierto a todo el mundo y al que asistían, además de ella, otras figuras de las letras mexicanas como Salvador Elizondo y José Emilio Pacheco: “Le llevé una obra de teatro que había escrito y la destrozó”. Una vocación como la de Beatriz no se desalienta con facilidad. “Me fui a Ciudad Victoria, en Tamaulipas, y me dediqué a escribir cuentos”, mismos que Arreola publicó en Cuadernos del Unicornio. Primeros pasos a los que seguirían otros cuentos, una biografía de Da Vinci y su libro Muros de azogue como punto de partida de una larga lista de obras premiadas.
Cuál era el secreto de Arreola como maestro, a qué técnicas recurría para preparar escritores de la talla de Espejo, Elizondo, Pacheco, le pregunto. “Una absoluta exigencia en la redacción, el uso del lenguaje, el cuidado en los adverbios, los adjetivos”. Y entiendo que ese secreto radica más que nada en transmitir un profundo amor a la palabra, a la palabra escrita y hablada. Me cuenta de la gran seducción de Arreola gracias a su inteligencia y su ingenio.
A punto de partir a nuestras respectivas clases, una expresión de mi curiosidad: ¿sus alumnos escriben como él? “Muy al principio sí, pero cada quién siguió su camino”. La impronta de un buen maestro, no enseñar imitadores sino creadores. Y una última confidencia: “la última vez que lo vi me dijo, Me traicionaste”. Una frase críptica que queda como un enigma en la conversación.
Cecilia Urbina
Artículo publicado en Lammadame, #18, México, 2018, p. 16. Número temático dedicado a la obra de Juan José Arreola con motivo del homenaje que por los cien años de su natalicio llevaron a cabo la Universidad Autónoma Metropolitana, la Universidad Nacional Autónoma de México y Casa Lamm.
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