Balada a su dama para Robert d’Estouteville
François Villon
Al alba, cuando el gavilán se agita
Movido de placer y de nobleza,
Brinca el tordo y alegremente grita
Recibiendo a su amada en la maleza,
Ofreceros quiero, y por hacerlo vibro
Impaciente, lo dulce a aquel que ama.
Sabed que Amor lo ha escrito ya en su libro.
Este es el fin para el que Dios nos llama.
De mi vida seréis siempre la dueña
Enteramente, hasta la muerte mía:
Laurel afable con quien mi alma sueña,
Olivar noble que a Amargor enfría.
Razón ordena que perviva el fuego
(En este punto sigo su proclama)
que a vos me empuja, aunque parezca ciego.
Este es el fin para el que Dios nos llama.
Y cuando sobre mí avanza una pena,
cuando Fortuna arrójame un tormento,
vuestra mirada dulce y tan serena
los desvanece igual que al humo el viento.
Y yo no pierdo lo que voy sembrando
en vos, pues que ser mío el fruto clama.
Lo pide Dios: os seguiré cavando.
Este es el fin para el que Dios nos llama.
Oíd, Princesa, lo que grita mi ansia:
para siempre mi pecho vos reclama.
De vos espero idéntica constancia.
Este es el fin para el que Dios nos llama.
François Villon
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