A veces una hoja desprendida… Enrique González Martínez

A veces una hoja desprendida… 

A veces una hoja desprendida
de lo alto de los árboles, un lloro
de las ninfas que pasan, un sonoro
trino de ruiseñor, turban mi vida. 

Vuelven a mí medrosos y lejanos
suaves deliquios, éxtasis supremos;
aquella estrella y yo nos conocemos,
ese árbol, esa flor son mis hermanos. 

En el abismo del dolor penetra
mi espíritu, bucea, va hasta el fondo,
y es como un libro misterioso y hondo
en que puedo leer letra por letra. 

Un ambiente sutil, un aura triste
hacen correr mi silencioso llanto,
y soy como una nota de ese canto
doloroso de todo lo que existe. 

Me cercan en bandada los delirios…
¿Es alucinación…, locura acaso?
Me saludan las nubes a su paso
y me besan las almas de los lirios. 

¡Divina comunión!… Por un instante
son mis sentidos de agudeza rara…
Ya sé lo que murmuras, fuente clara;
ya sé lo que me dices, brisa errante. 

De todo me liberto y me desligo
a vivir nueva vida, de tal modo,
que yo no sé si me difundo en todo
o todo me penetra y va conmigo. 

Mas todo huye de mí y el alma vuela
con torpes alas por un aura fría,
en una inconsolable lejanía,
por una soledad que espanta y hiela. 

Por eso en mis ahogos de tristeza,
mientras duermen en calma mis sentidos,
tendiendo a tus palabras mis oídos
tiemblo a cada rumor, naturaleza; 

y a veces una hoja desprendida
de lo alto de los árboles, un lloro
de las linfas que pasan, un sonoro
trino de ruiseñor, turban mi vida. 

Enrique González Martínez

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