Las reglas no bastan, el juego persiste
Por América Femat Viveros
Antiparras, Anti–poemas para lectores sin prejuicios es el osado título del poemario de Daniel Olivares Viniegra, que nos remite inmediatamente al mismo Nicanor Parra –y así lo menciona desde el prólogo el escritor Roberto López Moreno–. Sin embargo, esto no implica que Daniel haga exactamente antipoesía, como lo hacía el propio Nicanor; hermanan en “el sentido de la forma”, aunque no en el fondo. El discurso antipoético permite debatir sobre la propia maquinaría del lenguaje y acercarnos con desenfadada rebeldía, por ejemplo, a los asuntos de los dichos, refranes, juegos coloquiales y trabalenguas que le dan sentido e identidad a la propia mexicanidad; pero, más allá, el autor pretende enseñarnos (con humor y destreza) cómo transformar y romper también los límites del pensamiento, o darle otro matiz a esa fórmula: lenguaje es pensamiento, que Javier González plantea en su tratado “El cuerpo y la palabra”, basado en un estudio de El arco y la lira del propio Octavio Paz. Ahora bien, cito al poeta Daniel en su poema Trompo a la uña:
Más que gozoso,
Haciendo el oso
Salté y bailé
con la más fea…
la
que ni sabía
ni quería bailar.
Y observamos cómo Olivares, con ingenio, logra evadir las reglas preconcebidas en el lenguaje, aunque, para poder evadirlas, él bien sabe que hay que conocerlas primero; logra así de manera auténtica saltar la brecha de las formas y posiblemente, cual alquimista, generar universos alternos, pues como también dice en “Poet (astros) o metereólogos fracasados”: Aquí sólo sabemos ver / El hado oscuro de la Luna.
El poeta (o antipoeta) nos enseña a ver con buenos ojos, o más bien con geniudos ojos despierta nuestra curiosidad y nos ayuda a conocer más de ese genio creador que creíamos ya para siempre encerrado en su lámpara.
Porque en este libro hemos de partir de la premisa de que las reglas se hicieron para romperse; mas, todo ello, para con generosa vitalidad darle un nuevo orden y sentido a las cosas nombradas.
Cito así “Piedra Papel o tijeras”:
Yo en medio siempre:
¡Ah, el filo de tu belleza;
ay, la roca de tu corazón!
La ironía que se imprime en Antiparras es apreciada por el lector en todo momento y la complicidad de la que nos hace partícipes, a través de varias lecciones de humor y sarcasmo, nos confirma que la madurez no es totalmente producto de la suma de experiencias en la vida, sino, más bien, el resultado de un inacabado viaje por la infancia, repleto de ideas preconcebidas –todas heredadas–. Es por ello que el autor busca mediante las formas del lenguaje romper con todo lo aprendido, demostrando que en la multiplicidad del universo, irremediablemente quizá, encontraremos la unicidad. ¿Escapar o no escapar?, eso no es la vía y el poeta-antipoeta lo sabe; por tanto, la aventura consiste en simplemente dejarse llevar como ríos ante la posibilidad de encontrar nuevas vetas. Estará en nosotros como lectores darle cauce natural a ese río u optar también por el juego o la experimentación, aunque, sin lugar a duda, romper paradigmas parece un mejor modelo a seguir en nuestros días.
Y he aquí que todo lo anterior puede ser comprobado en el muy logrado y celebrado antipoema “Ballet para Alina”:
Daniel Olivares Viniegra. Antiparras, antipoemas para lectores sin prejuicios,
Trajín literario, México, 2017, 62 pp.
Portada del libro Antiparras, del poeta mexicano Daniel Olivares Viniegra
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