Estrategia, lo que el crimen sí tuvo y al Estado le faltó. Operativo en Culiacán.
En Culiacán el jueves 17 de octubre se evidenciaron muchas cosas: la gran cantidad de hombres armados que tiene en el estado el Cartel de Sinaloa, el hecho de que están dispuestos a masacrar a los ciudadanos inocentes si esto les sirve para lograr alguno de sus objetivos, la capacidad de organización, de convocatoria y de pronta respuesta que tienen estos criminales, y también, por el otro lado: una falta de estrategia de parte del ejército, y su incapacidad para garantizar la seguridad de los ciudadanos. Al operativo del ejército le hizo mucha falta la inteligencia.
Sobre este fracaso ya el mismo General Sandoval, titular de SEDENA, ha reconocido que faltó preparación, que los elementos que llevaron a cabo la captura actuaron precipitadamente, que no hicieron los debidos y correctos cálculos, etcétera. Pero este reconocimiento de errores no ayuda mucho.
Hay un problema muy grave en esto: se han sentado precedentes terribles, cuyas consecuencias pueden llegar a ser muy grandes. No sólo el Cartel de Sinaloa ha dado muestras de ser sanguinario y desalmado, lo han hecho todos los demás, con mayor actividad recientemente el Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG). Cada vez que se dé una captura en el futuro, los sicarios del cartel en cuestión podrían hacer la misma amenaza, y cumplirla, para exigir la liberación del criminal capturado, si ya funcionó una vez, otras veces podría funcionar.
El reto que en materia de seguridad y paz tenían las fuerzas armadas y las policías del país ya era grande antes de esto, pero ahora lo es aún más. ¿Qué van a hacer ahora? ¿Qué harán el Ejército y las policías para capturar a los grandes criminales y no ser obligados de la misma forma a liberarlos de nuevo?
Evidentemente la respuesta no está en la capacidad de fuego, ni en las capacidades por adiestramiento de los militares, podemos conceder sin problema que el ejército supera a los narcos en esas dos cosas, pero ¿eso de qué nos sirve si el narco ahora sabe cómo amarrarle las manos al ejército?
Sólo mediante el desarrollo de estrategias inteligentes es posible enfrentar a un enemigo tan poderoso y sin honor como es el crimen organizado, y aquí es donde viene la preocupación, porque esa es la parte que más le ha fallado al gobierno.
Aunque hay muchísimos ejemplos, tomemos el más reciente, el de Culiacán el jueves 17 de octubre:
1. El Ejército capturó a Ovidio Guzmán con un grupo de treinta soldados, dieron reporte a sus superiores en México.
2. Los narcos intentan negociar localmente la liberación. Los soldados responden que es imposible, que ya han dado el reporte a México.
3. Los narcos se organizan, toman decisiones, elaboran una estrategia, la aplican.
4. El Ejército y todo el gobierno es sorprendido, carecen de estrategia, se quedan sin alternativas y tienen que ceder a las exigencias del crimen organizado.
5. El crimen organizado logra su objetivo por la fuerza.
Así de terrible la situación, muy resumidamente, eso fue lo que pasó. El crimen organizado tuvo todo ese campo de acción y esas posibilidades porque el ejército y el gobierno en general no se previno.
Lo peor de todo esto es que el gobierno ha repetido esta falta de preparación y de prevención y previsión por décadas y aún así no aprende. Y esto fue, el jueves, lo que hizo la diferencia, el crimen organizado aprendió de su experiencia y a partir de ella desarrolló una estrategia, falta de honor y de valores, sí -porque así son los criminales- pero efectiva. El crimen organizado tuvo un problema, lo analizó y lo solucionó. El gobierno, en cambio, sigue repitiendo errores.
Lo que el jueves no hizo el ejército, ni la policía, ni la Guardia Nacional, sí lo hizo el Cartel de Sinaloa: asegurar casetas, bloquear entradas y salidas de la ciudad, distribuir gente armada por todos los puntos cardinales de la urbe y atacar puntos estratégicos de su enemigo: las unidades habitacionales donde viven las familias de los soldados, ciertos puntos de vigilancia militar (el general Sandoval mencionó al menos el de El Limón de los Ramos), y el mismo cuartel de la Novena Zona Militar.
Además de todo eso, secuestró y encendió autos y camiones por todas partes, paró el tráfico y disparó al aire (y se dice que también lo hizo contra los civiles), echó a andar una serie de rumores: que quemarían las plazas de la ciudad, que cortaría la luz eléctrica, que secuestraría a las familias de los soldados, que dispararía contra la gente al azar y que los sicarios de todo el estado estaban ya en camino a Culiacán para liberar a Guzmán y para acabar con las fuerzas armadas.
El ejército, y el gobierno en general, no supo qué hacer, no se habían ni siquiera imaginado todo eso, sus treinta soldados del operativo inicial fueron rápidamente superados, todas las fuerzas del Estado fueron superadas, el caos y el pánico invadieron la ciudad, de cualquier parte salían sicarios con chalecos y metralletas intimidando a la gente. Todas las empresas de la ciudad empezaron a bajar cortinas, los trabajadores y clientes se quedaron encerrados en el lugar en que estaban, temiendo por sus vidas y por las de toda su familia. Todo medio de transporte se inhabilitó: taxis, camiones urbanos y uber, incluso los autos particulares porque ante la balacera nadie quería seguir manejando. Había automovilistas tirados en el suelo junto a sus autos, las calles inmovilizadas, en la misma situación hombres, mujeres, niños y niñas y adultos mayores. La ciudad era zona de guerra con los malos ganando de calle.
Lo que el ejército no hizo, el narco sí: desarrollar una estrategia y aplicarla.
Entre las acciones que se vuelven necesarias para combatir al crimen y que ningún gobierno ha tomado (ni estatal, ni federal, ya no digamos municipal), está la de otorgar a los efectivos policiacos y militares garantías de seguridad para que puedan trabajar tranquilos y seguros, dentro de lo que cabe. Ningún policía o soldado dejará de someterse si le dicen “Mataré a tu esposa y a tu mamá y a tu hija si no haces tal”.
Se entiende que no se puede volver anónima a toda la policía, pero se puede formar divisiones o grupos especiales, a final de cuentas no todos los militares ni todos los policías están encargados de luchar contra el narco.
Ejemplos de esa vulnerabilidad hay muchos. Uno de los más terribles, tristes y dolorosos es el del elemento de la Marina que murió en el enfrentamiento contra Arturo Beltrán Leyva en 2008, cuya familia -la madre, una tía, un hermano y una hermana- fue asesinada por el crimen organizado apenas unas horas después del sepelio del militar. Puedes leer el caso en esta nota de La Jornada.
Más recientemente, en marzo de 2019, fue asesinado un policía estatal de Sinaloa que participó en un operativo donde se decomisaron armas y se detuvo a tres personas, quienes fueron liberadas luego de que un juez federal rechazara vincularlos a proceso (aquí otro de los grandes problemas, la corrupción y la ineficiencia del sistema judicial).
Este jueves se puso de manifiesto otra vez esa vulnerabilidad, ese punto débil, cuando los narcos amenazaron con atacar a las familias de los militares en las unidades habitacionales donde residen con muy poca seguridad.
Como el Ejército en teoría es para proteger al país de enemigos extranjeros, se entiende que estas unidades habitacionales no tengan una guardia significativa, pero si ya el ejército está activo en la lucha contra el narco, precisamente por ser un blanco posible, estas unidades deberían tener una seguridad suficiente, capaz de protegerlas del crimen organizado. Pero, como en el caso de las policías de todos los niveles, están vulnerables por ese lado. Esta falta de garantías, esta falta de previsión, denotan, en mi opinión, una falla de inteligencia. Así, simplemente, no se puede combatir al crimen y a la corrupción.
En Sinaloa hace algunos años se creó la Unidad Especializada en Aprehensiones, que es un grupo de policías – se entiende- con un adiestramiento especial y con capacidades y estrategias específicas para esos objetivos. La UNESA monta todo un operativo para ejecutar una orden de aprehensión, pero para que fuera creada tuvo que haber primero muchos policías asesinados al intentar ejecutar órdenes de aprehensión. Otra vez, el gobierno aprende con lentitud y retraso, y a veces no aprende nunca y con nada.
Ha faltado, evidentemente, voluntad política, no sólo inteligencia, para hacer lo necesario. Los últimos gobiernos de México, cuando han pretendido mejorar las condiciones del personal armado para mejorar la seguridad en el país, han pensado tan sólo en aumentar sueldos y equipamiento, pero no en garantizarles la propia seguridad y la de sus familias. Ahí está el error. Y ciertamente, con tanta experiencia, es difícil no entender, luego lo que falta es voluntad.
Esta es la situación, el gobierno se ha complicado más una labor, una misión que ya era de por sí complicada, y ahora necesitará aplicarse y ejercitar aquello en lo que menos experimentado está, que es la inteligencia, y esto es urgente, porque el crimen organizado se le ha puesto en ello por delante.
Cuéntanos tu opinión, dinos que piensas.
Ángel Rivas
Altavoz México
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