A ti, tan sólo a ti, canta mi lira:
ahogar quiero la voz de mi garganta,
pero es en vano, que por ti suspira,
y trémula de amor tu nombre canta.
Perdona, sí, mi sueño y mi delirio;
perdona tanto amor, tanta ternura;
mi alma expira en los brazos del martirio
y canta, como el cisne, su amargura.
Bien sé que tú no escuchas mis querellas,
bien sé que tú a mi amor llamas quimeras,
y con tus plantas inclemente huellas
la casta flor de mi pasión primera.
Comprendo que tu amor que tanto anhelo
es sueño de mi loca fantasía,
porque nunca el gusano llega al cielo,
nunca se une la noche con el día.
Yo sé que la desgracia me acompaña
y sé que tu existencia es de ventura;
ninguna nube tu horizonte empaña
y yo bebo la hiel de la amargura.
Mas, ¿qué quieres que haga, dicha mía,
si el triste corazón nunca te olvida,
si en ti piensa mi loca fantasía
y enlazada a la tuya está mi vida?
¡La voluntad!… ¡Palabra mentirosa!
¡Quimérico poder del albedrío!
Yo siento que me impulsa poderosa
la mano helada del destino impío.
¡Si mientras lucho más por olvidarte
crece más de mi amor el ansia fuerte!
¡Si aunque yo no lo quiera he de adorarte!
¡Si te he de amar, mi bien, hasta la muerte!
El llanto amargo que por ti derramo
crece de mi amor el vivo fuego.
Mientras más me desprecias, más te amo;
mientras más me desdeñas, más te ruego.
Bien sé que con mi amor te causo enojos,
sé también , que tú nunca has de quererme,
y que jamás tus celestiales ojos
amorosos y tiernos han de verme.
Mas no por eso de mi amor la llama
se extingue como chispa pasajera;
de tu desdén el rayo más la inflama
y se convierte en espantosa hoguera.
Que no es mi amor ligero sentimiento
que dura sólo lo que dura un día,
la esencia es de mi propio pensamiento
y el ambiente vital del alma mía.
¡Si pudiera olvidarte! ¡Si pudiera
borrar del pensamiento tu memoria,
ha largo tiempo que arrancado hubiera
la página más triste de mi historia!
¡Mas no!… Si yo jamás quiero olvidarte,
aunque me cause tu desdén dolores!
¡Yo siempre quiero con locura amarte,
y morir cuando mueran mis amores!
Yo no quiero las sombras del olvido
del alma que muere fúnebre sudario;
por más que el corazón solloce herido,
quiero tocar la cumbre del calvario.
Despréciame; aborrece, si lo quieres,
este amor que encendiste, vida mía,
el triste corazón que siempre hieres
morirá bendiciendo su agonía.
Por eso siempre a ti vuela mi acento,
por eso el alma con amor te nombra;
quiero regar tus huellas con mi llanto,
y quiero darte mi alma por alfombra.
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