Qué tal si me decido a ser el dueño
de lo que digo vivo y lo acordado
conmigo mismo cumplo y lo acotado
dejo de este retiro en que me empeño,
qué tal si, puede ser, relajo el ceño
y atiendo el resplandor algo azorado
que a retazos alumbra, mal su grado,
destanteados mis pasos de fuereño.
Qué tal si me regreso de la luna
hacia una soledad más verdadera,
qué tal si me descubro primavera
y entre todas mis voces doy con una
que diga de mi voz lo que antes fuera:
amor, y nada falto de fortuna.
Ricardo Yáñez
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