«Coloquio de los centauros», Rubén Darío

Rubén Darío





A Paul Groussac



En la isla en que detiene su esquife el argonauta 

del inmortal Ensueño, donde la eterna pauta 
de las eternas liras se escucha —isla de oro 
en que el tritón elige su caracol sonoro 
y la sirena blanca va a ver el sol— un día 
se oye el tropel vibrante de fuerza y de harmonía.

Son los Centauros. Cubren la llanura. Les siente 

la montaña. De lejos, forman són de torrente 
que cae; su galope al aire que reposa 
despierta, y estremece la hoja del laurel-rosa.

Son los Centauros. Unos enormes, rudos; otros 

alegres y saltantes como jóvenes potros; 
unos con largas barbas como los padres-ríos; 
otros imberbes, ágiles y de piafantes bríos, 
y robustos músculos, brazos y lomos aptos 
para portar las ninfas rosadas en los raptos.

Van en galope rítmico, Junto a un fresco boscaje, 

frente al gran Océano, se paran. El paisaje 
recibe de la urna matinal luz sagrada 
que el vasto azul suaviza con límpida mirada. 
Y oyen seres terrestres y habitantes marinos 
la voz de los crinados cuadrúpedos divinos. 


QUIRÓN


Calladas las bocinas a los tritones gratas, 

calladas las sirenas de labios escarlatas, 
los carrillos de Eolo desinflados, digamos 
junto al laurel ilustre de florecidos ramos 
la gloria inmarcesible de las Musas hermosas 
y el triunfo del terrible misterio de las cosas. 
He aquí que renacen los lauros milenarios; 
vuelven a dar su lumbre los viejos lampadarios; 
y anímase en mi cuerpo de Centauro inmortal 
la sangre del celeste caballo paternal. 


RETO


Arquero luminoso, desde el Zodíaco llegas; 

aun presas en las crines tienes abejas griegas; 
aun del dardo herakleo muestras la roja herida 
por do salir no pudo la esencia de tu vida. 
¡Padre y Maestro excelso! Eres la fuente sana 
de la verdad que busca la triste raza humana: 
aun Esculapio sigue la vena de tu ciencia; 
siempre el veloz Aquiles sustenta su existencia 
con el manjar salvaje que le ofreciste un día, 
y Herakles, descuidando su maza, en la harmonía 
de los astros, se eleva bajo el cielo nocturno… 


QUIRÓN


La ciencia es flor del tiempo: mi padre fue Saturno. 



ABANTES


Himnos a la sagrada Naturaleza; al vientre 

de la tierra y al germen que entre las rocas y entre 
las carnes de los árboles, y dentro humana forma, 
es un mismo secreto y es una misma norma, 
potente y sutilísimo, universal resumen 
de la suprema fuerza, de la virtud del Numen. 


QUIRÓN


¡Himnos! Las cosas tienen un ser vital; las cosas 

tienen raros aspectos, miradas misteriosas; 
toda forma es un gesto, una cifra, un enigma; 
en cada átomo existe un incógnito estigma; 
cada hoja de cada árbol canta un propio cantar 
y hay un alma en cada una de las gotas del mar; 
el vate, el sacerdote, suele oír el acento 
desconocido; a veces enuncia el vago viento 
un misterio; y revela una inicial la espuma 
o la flor; y se escuchan palabras de la bruma; 
y el hombre favorito del Numen, en la linfa 
o la ráfaga encuentra mentor —demonio o ninfa. 


FOLO


El biforme ixionida comprende de la altura, 

por la materna gracia, la lumbre que fulgura, 
la nube que se anima de luz y que decora 
el pavimento en donde rige su carro Aurora, 
y la banda de Iris que tiene siete rayos 
cual la lira en sus brazos siete cuerdas, los mayos 
en la fragante tierra llenos de ramos bellos, 
y el Polo coronado de cándidos cabellos. 
El ixionida pasa veloz por la montaña 
rompiendo con el pecho de la maleza huraña 
los erizados brazos, las cárceles hostiles; 
escuchan sus orejas los ecos más sutiles: 
sus ojos atraviesan las intrincadas hojas 
mientras sus manos toman para sus bocas rojas 
las frescas bayas altas que el sátiro codicia; 
junto a la oculta fuente su mirada acaricia 
las curvas de las ninfas del séquito de Diana; 
pues en su cuerpo corre también la esencia humana 
unida a la corriente de la savia divina 
y a la salvaje sangre que hay en la bestia equina. 
Tal el hijo robusto de Ixión y de la Nube. 


QUIRÓN


Sus cuatro patas bajan; su testa erguida sube. 



ORNEO


Yo comprendo el secreto de la bestia. Malignos 

seres hay y benignos. Entre ellos se hacen signos 
de bien y mal, de odio o de amor, o de pena 
o gozo: el cuervo es malo y la torcaz es buena. 


QUIRÓN


Ni es la torcaz benigna, ni es el cuervo protervo: 

son formas del Enigma la paloma y el cuervo. 


ASTILO


El Enigma es el soplo que hace cantar la lira. 



NESO


¡El Enigma es el rostro fatal de Deyanira! 

MI espalda aun guarda el dulce perfume de la bella; 
aun mis pupilas llaman su claridad de estrella. 
¡Oh aroma de su sexo! ¡O rosas y alabastros! 
¡Oh envidia de las flores y celos de los astros! 


QUIRÓN


Cuando del sacro abuelo la sangre luminosa 

con la marina espuma formara nieve y rosa, 
hecha de rosa y nieve nació la Anadiomena. 
Al cielo alzó los brazos la lírica sirena, 
los curvos hipocampos sobre las verdes ondas 
levaron los hocicos; y caderas redondas, 
tritónicas melenas y dorsos de delfines 
junto a la Reina nueva se vieron. Los confines 
del mar llenó el grandioso clamor; el universo 
sintió que un nombre harmónico sonoro como un verso 
llenaba el hondo hueco de la altura; ese nombre 
hizo gemir la tierra de amor: fue para el hombre 
más alto que el de Jove; y los númenes mismos 
lo oyeron asombrados; los lóbregos abismos 
tuvieron una gracia de luz. ¡VENUS impera! 
Ella es entre las reinas celestes la primera, 
pues es quien tiene el fuerte poder de la Hermosura. 
¡Vaso de miel y mirra brotó de la amargura! 
Ella es la más gallarda de las emperatrices; 
princesa de los gérmenes, reina de las matrices, 
señora de las savias y de las atracciones, 
señora de los besos y de los corazones. 


EURITO


¡No olvidaré los ojos radiantes de Hipodamia! 



HIPEA


Yo sé de la hembra humana la original infamia. 

Venus anima artera sus máquinas fatales; 
tras sus radiantes ojos ríen traidores males; 
de su floral perfume se exhala sutil daño; 
su cráneo obscuro alberga bestialidad y engaño. 
Tiene las formas puras del ánfora, y la risa 
del agua que la brisa riza y el sol irisa; 
mas la ponzoña ingénita su máscara pregona: 
mejores son el águila, la yegua y la leona. 
De su húmeda impureza brota el calor que enerva 
los mismos sacros dones de la imperial Minerva; 
y entre sus duros pechos, lirios del Aqueronte, 
hay un olor que llena la barca de Caronte. 


ODITES


Como una miel celeste hay en su lengua fina; 

su piel de flor aun húmeda está de agua marina. 
Yo he visto de Hipodamia la faz encantadora, 
la cabellera espesa, la pierna vencedora; 
ella de la hembra humana fuera ejemplar augusto; 
ante su rostro olímpico no habría rostro adusto; 
las Gracias junto a ella quedarían confusas, 
y las ligeras Horas y las sublimes Musas 
por ella detuvieran sus giros y su canto. 


HIPEA


Ella la causa fuera de inenarrable espanto: 

por ella el ixionida dobló su cuello fuerte. 
La hembra humana es hermana del Dolor y la Muerte. 


QUIRÓN


Por suma ley un día llegará el himeneo 

que el soñador aguarda: Cenis será Ceneo; 
claro será el origen del femenino arcano: 
la Esfinge tal secreto dirá a su soberano. 


CLITO


Naturaleza tiende sus brazos y sus pechos 

a los humanos seres; la clave de los hechos 
conócela el vidente; Homero con su báculo, 
en su gruta Deifobe, la lengua del Oráculo. 


CAUMANTES


El monstruo expresa un ansia del corazón del Orbe, 

en el Centauro el bruto la vida humana absorbe, 
el sátiro es la selva sagrada y la lujuria, 
une sexuales ímpetus a la harmoniosa furia. 
Pan junta la soberbia de la montaña agreste 
al ritmo de la inmensa mecánica celeste; 
la boca melodiosa que atrae en Sirenusa 
es de la fiera alada y es de la suave musa; 
con la bicorne bestia Pasifae se ayunta, 
Naturaleza sabia formas diversas junta, 
y cuando tiende al hombre la gran Naturaleza, 
el monstruo, siendo el símbolo, se viste de belleza. 


GRINEO


Yo amo lo inanimado que amó el divino Hesiodo. 



QUIRÓN


Grineo, sobre el mundo tiene un ánima todo. 



GRINEO


He visto, entonces, raros ojos fijos en mí: 

los vivos ojos rojos del alma del rubí; 
los ojos luminosos del alma del topacio 
y los de la esmeralda que del azul espacio 
la maravilla imitan; los ojos de las gemas 
de brillos peregrinos y mágicos emblemas. 
Amo el granito duro que el arquitecto labra 
y el mármol en que duermen la línea y la palabra… 


QUIRÓN


A Deucalión y a Pirra, varones y mujeres 

las piedras aun intactas dijeron: «¿Qué nos quieres?» 


LÍCIDAS


Yo he visto los lemures florar, en los nocturnos 

instantes, cuando escuchan los bosques taciturnos 
el loco grito de Atis que su dolor revela 
o la maravillosa canción de Filomela. 
El galope apresuro, si en el boscaje miro 
manes que pasan, y oigo su fúnebre suspiro. 
Pues de la Muerte el hondo, desconocido Imperio, 
guarda el pavor sagrado de su fatal misterio. 


ARNEO


La Muerte es de la Vida la inseparable hermana. 



QUIRÓN


La Muerte es la victoria de la progenie humana. 



MEDÓN


¡La Muerte! Yo la he visto. No es demacrada y mustia 

ni ase corva guadaña, ni tiene faz de angustia. 
Es semejante a Diana, casta y virgen como ella; 
en su rostro hay la gracia de la núbil doncella 
y lleva una guirnalda de rosas siderales. 
En su siniestra tiene verdes palmas triunfales, 
y en su diestra una copa con agua del olvido. 
A sus pies, como un perro, yace un amor dormido. 


AMICO


Los mismos dioses buscan la dulce paz que vierte. 



QUIRÓN


La pena de los dioses es no alcanzar la Muerte. 



EURITO


Si el hombre —Prometeo— pudo robar la vida, 

la clave de la muerte serále concedida. 


QUIRÓN


La virgen de las vírgenes es inviolable y pura. 

Nadie su casto cuerpo tendrá en la alcoba obscura, 
ni beberá en sus labios el grito de la victoria, 
ni arrancará a su frente las rosas de su gloria… 


          *           *           *


Mas he aquí que Apolo se acerca al meridiano. 

Sus truenos prolongados repite el Oceano. 
Bajo el dorado carro del reluciente Apolo 
vuelve a inflar sus carrillos y sus odres Eolo. 
A lo lejos, un templo de mármol se divisa 
entre laureles-rosa que hace cantar la brisa. 
Con sus vibrantes notas de Céfiro desgarra 
la veste transparente la helénica cigarra, 
y por el llano extenso van en tropel sonoro 
los Centauros, y al paso, tiembla la Isla de Oro.

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Género literario: Poesía
País: Nicaragua

El escritor nicaragüense Rubén Darío es considerado el padre del movimiento literario Modernismo, cuyo inicio se fecha en 1888, con la publicación del libro Azul, de este autor. El Modernismo revolucionó la lírica en lengua española.


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