Dos calaveras de la UAM-Iztapalapa, Ángel Gustavo Rivas



Llegó la muerte a la UAM
en busca de un tal He’s gacho
mas no lo podía encontrar
y estuvo un rato rumiando.

Al fin lo miró salir
con la gloria iba soñando.
Ya mira la calavera.
Ya está de temor temblando.

Si hubiera ganado al menos
¡ay!, el Premio Aguascalientes
las vez hoy no me temblaran
las mandíbulas, los dientes.

¿Qué va a ser de mis poemas?
¿Quién los podrá publicar?
Si a nadie le dije antes
dónde poderlos hallar.

Los colores le subieron
al rostro y luego bajaron,
eran muchos diferentes,
entre sí se saludaron.

Ana Rosa Domenella,
quien le pasó por un lado,
le dijo tas bien chistoso
todito pintarrajeado.

La doctora Luz Elena,
quien lo miraba de lejos:
de los temores del hombre
muchacho, te has vuelo espejo.

Se ha quedado sin palabras,
nada ha podido decir;
en su ser sólo un deseo:
quiere vivir y vivir.


.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

Yo soy la muerte calaca
y vengo por tres doctoras;
de todas me llevaré
a las menos seductoras.

¿A quién le preguntaré?
¿Cómo decido el asunto?
Tengo difícil el caso.
¿Cómo resuelvo este punto?

A uno que nomás pasaba
se acerca la muerte y dice:
necesito de tu ayuda,
hoy el azar te bendice.

Ya nada le dijo más,
pues muerto cayó asustado.
La muerte miró su lista,
ése se le había olvidado.

Infarto dirá el reporte
que los médicos harán,
porque él tenía pasaporte
para viajar a Mictlán.

En tanto la muerte sigue
con aqueste su problema,
está que no se decide
a qué doctoras se lleva.

No tiene ninguna en lista;
éste será un bono extra,
pero no tiene a la vista
ni a doctora ni a maestra.

Ahí va pasando Rodilla,
la muerte se le echa encima.
No la pudo guadañar,
se lastimó una costilla.

La doctora percibió
un vientecillo muy frío
y a su cubo se metió
para ponerse un abrigo.

La muerte tras aquel fallo
rascábase la cabeza.
A quién llevarme no hallo.
¡Hoy me cargo una torpeza!

Pasó la maestra Alma,
la muerte lanzó un fregazo,
mas la profe se agachó,
para abrocharse un zapato.

Se lanzó ya decidida
sobre la doctora Aralia,
mas no le quitó la vida:
entre humos no pudo hallarla.

Sobre la maestra Laura
se lanza entonces la muerte,
pero no pudo atraparla,
hoy anda de mala suerte.

La doctora Lillian viene,
la muerte emprende embestida,
pero mejor se detiene
al verla llena de vida.

¡Ya me está hartando la UAM!
La muerte decepcionada.
¡Cuánta guerra aquí me dan!
¡Mejor no me llevo nada!

Se va la muerte vencida,
emprende la retirada;
todas las doctoras vivas
echando están platicada.

Ángel Gustavo Rivas

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Nota: en estas dos calaveras o calaveritas literarias se narran hechos ficticios. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.






Jacalito Literario  /  Lengua y Literatura

 


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